lunes, 30 de noviembre de 2015

De Sexo a Género: En un mundo binario, de instituciones binarias, y de personas binarias...

*Elizabeth Vásquez
Fotografía: Johnny Hidalgo

 Resulta curioso escuchar discursos sexo-genéricos críticos, con poco aterrizaje en la coyuntura histórica y política, del binarismo inscrito en aquello que empezó como una reforma a la Ley de Registro Civil de Ecuador y se ha convertido en el camino en una propuesta de nueva Ley del próximamente llamado Servicio Nacional de Gestión de la Identidad y Datos Civiles, a puertas de aprobarse.  Concretamente critican el binarismo de la propuesta formal y de la campaña "Mi Género en mi Cédula", y proponen la abolición de la categoría "sexo", sin opción a que nazca la de "género" como categoría formal. Aclaro que creo en la abolición del sexo como categoría civil. Creo en ello desde el punto de vista filosófico y de largo plazo, y creo en ello, en la práctica, cuando constituya una postura sincera. Ahora bien, como he explicado otras veces, "abolir el sexo" no significa retirarlo meramente de la cédula de identidad y que siga constando en la partida de nacimiento y monopolizando la representación de la masculinidad, feminidad o cualquier otra expresión sexo-genérica de la ciudadanía. Abolir el sexo civilmente significaría retirarlo del documento en que la categoría se incorpora funcionalmente al estado civil de las personas, que es la partida de nacimiento, y plantearnos un mundo de instituciones civiles sexuadas superadas y de respeto a la diversidad sexogenérica como factor protegido contra la discriminación. Me encantaría un mundo así. Un mundo en que el sexo no tenga peso civil, aunque sí peso constitucional y probablemente también penal. Mientras haya patriarcado, y a ese es difícil ponerle fecha de caducidad aún, ser "mujer", "trans" o persona de diversa condición sexo-genérica ha de tener relevancia a la hora de ponderar la tipificación del femicidio, por ejemplo, o a la hora de implementar políticas de igualdad.

Ahora bien, y de vuelta a la coyuntura, un mundo sin sexo civil no es el mundo que proponen las y los abogados del Registro Civil que han querido retirar la mención de la cédula para "zafarse del problema" sin encarar las demandas de identidad de la población trans. Eso no quiere decir que no tuviéramos, como carta de negociación, un plan B consistente en la mera retirada del dato de la cédula a efectos de proteger la intimidad de las personas. Pero ese plan B nunca fue nuestro máximo. Fue nuestro mínimo de negociación, aunque aquellos discursos teóricos que se han mantenido alejados del teje y maneje práctico de tres años de cabildeo naturalmente no lo sepan.

En cualquier caso, y con el fin de interpelar a los discursos críticos con esa necesidad de aterrizaje en la que tanto insisto, presento a continuación las razones por las cuales nuestra propuesta optó por luchar "contra el binario desde el binario" e inaugurar la categoría civil del género en lugar de abolir la del sexo, como decisión histórica, política y jurídica situada:

a) En un mundo binario, de instituciones binarias, y de personas binarias, las personas trans no son una excepción no-binaria. No viven en otro mundo. No son hijas de otra sociedad. No se visten con códigos estéticos de sofisticada androginia ni son evolucionari@s género-disidentes excepto en una notable minoría ("genderqueer", dirán las personas más expuestas a los aportes académicos anglosajones que también nos enriquecen cuando se plantean con suficiente horizontalidad respecto de la realidad local). Quisiera, sin embargo, llamarles la atención respecto de un doble estándar que les invito a pensar que tal vez proviene del privilegio sexo-genérico, precisamente. ¿Por qué exigen estándares tan altos de reflexión sexogenérica a las personas trans cuando ustedes mism@s reproducen el binario todos los días. ¿O ustedes no son aburridas mujeres/ hombres en el 99% de sus vidas?

b) El 99% de las personas trans ha tenido que poner considerables cuotas de esfuerzo - el cuerpo siempre, y a veces incluso la vida -  afirmando esa feminidad o masculinidad que a ustedes les parece caduca. Pregúntenles a las trabajadoras sexuales trans que mueren en las calles del mundo todos los días por afirmar esa F binaria si es o no es así. Cierren el libro de teoría queer y salgan a las esquinas en que sobrevive la identidad más marginada de eso que ustedes llaman "comunidad". Escuchen el clamor del movimiento trans y no hablen por él. Lo más gracioso es que algunas de las personas que proponen desde las alturas la respuesta no-binaria son las mismas personas que defendieron por años que nadie más que las personas trans hablara por ellas. Les invito, ni más ni menos, que a ser consecuentes con lo que postularon.

c) Igual o más curioso que la negación de la voz trans, resulta el hecho de que quienes proponen el no-binario son en muchos casos gays y lesbianas que luchan por una institución que podríamos calificar de tan caduca y binaria (o más) que la del sexo-género: la de los estados civiles monogámico-duales. En otras palabras, la unión de hecho y el matrimonio, cuya incorporación para que conste en la cédula fue defendida por múltiples sectores del movimiento LGBTI del Ecuador. Hagamos el mismo ejercicio que con el género: ¿por qué luchar por esas institucionalidades familiares tan caducas? Por qué el nombre de una segunda persona en la cédula que no tiene nada que ver con la identidad individual? ¿Por qué pensar en que una sola persona conste como "pareja" en la cédula de otra cuando, así como hay personas "genderqueer", bigénero, asexuadas, etc. a las que el binario F/M les sofoca, también hay personas poliamorosas que tal vez quisieran una lista infinita de convivientes incorporada a la cédula, o tal vez no quisieran mención alguna de esta realidad en su estado civil? Contestarán: porque más allá de estas legítimas realidades, el 99% de las parejas del mismo sexo quieren protección; por ejemplo, para que una sociedad homofóbica permita visitas hospitalarias, facilite actos jurídicos con implicación económica o avale la toma de decisiones importantes en momentos críticos de la vida de una pareja. La misma protección es la que quieren las personas trans con el caduco género binario en la cédula: la protección que impida que la sociedad transfóbica, encarnada por ejemplo en un jefe de recursos humanos, le diga a un transmasculino, en el mismo ejemplo, que se ponga la falda del uniforme de la empresa porque no hay un solo documento sobre la faz de la República que afirme/ proteja su masculinidad. Sí, esa aburrida masculinidad que  se encarna con tanta frecuencia en personas trans y no trans por igual, pero que en las primeras se desconoce con facilidad - he ahí el problema.

d) A diferencia de ciertas ciencias sociales en las que el debate puede permitirse el lujo de cargarse de más matices y prolongarse deliciosamente en el tiempo, el Derecho, y más cuando hablamos de ese derecho que se construye contra el reloj de los tiempos parlamentarios de un país, tiene que tomar decisiones binarias: normar o no normar, abolir o no abolir, reconocer o no reconocer. La ponderación de infinitas combinaciones sexogenéricas - bigénero, trisexual, asexual, etc. cabe perfectamente en la siguiente publicación de la revista sociológica indexada, pero no cabe con tanta facilidad en el siguiente texto normativo a ser incorporado en el Registro Oficial de leyes de un país. Les invito entonces a hacer  un pequeño receso en sus elevadas reflexiones y a considerar un axioma básico de la tediosa ciencia jurídica: "en Derecho se deshace como se hace". El Derecho es muy opresivo, sí. Frente a esa realidad, la mejor manera de quebrar el binarismo jurídico, he propuesto en la reforma que nos ocupa, es a través del propio binarismo jurídico. La mejor manera - a veces la única - de abolir instituciones jurídicas es usándolas y forzando, a través del uso, el eventual "desuso".

Posdata:

Dejamos una puerta abierta a otros géneros en la primera propuesta de esta ley. Pero, lamentablemente, los abogados más rancios (y uso aquí masculino específico) del Registro Civil no sintonizaron demasiado con esta propuesta y, esto es más lamentable aún, fueron alertados por discursos no-binarios expresados, si me permiten, en el peor de los lugares - el seno de esa conservadora institución. Creo que hay muchas lecciones que aprender de estos tres años de cabildeo y una de las más importantes es la de intentar actuar con más estrategia.



*Abogada autora de la Propuesta de Sustitución de Sexo por Género en el Documento Nacional de Identidad Ecuatoriana.

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